El flujo de traspasos en el mundo del fútbol está cambiando drásticamente. Desde hacía décadas, los futbolistas soñaban con llegar a Europa. Da igual su procedencia. Jóvenes de todas partes del planeta, cuya ambición era ser profesional, trabajaban día y noche para alcanzar el fútbol europeo, el culmen de este deporte. Sentir los vellos de punta escuchando el himno de la Champions a pie de campo, pisar el césped del Santiago Bernabéu, jugar en la Premier junto a sus ídolos… Sin embargo, una fuerza mayor intenta producir un viraje en este precioso camino: el dinero.

Unas temporadas atrás, ya se intentó hacer honor al nombre de la Superliga China ofreciendo cifras desorbitadas en traspasos y salarios. Aun así, solo lograron atraer a futbolistas de nivel medio, como Oscar, Hulk o Bakambu, de los cuales, muchos acabaron regresando a Europa. Estas “superofertas” normalmente quedaban en simples tentaciones. No obstante, en esta ocasión nos encontramos ante un fenómeno distinto: los cantos de sirena procedentes de Arabia no solo están siendo efectivos, sino que están cambiando el fútbol. Ya son muchas las estrellas que se han dejado engatusar por los fajos de billetes saudíes. Salarios cuatro, cinco o seis veces superiores a lo que se ofrece en Europa a los futbolistas de la élite más reducida.

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La estelar presentación de Benzema en Arabia / Stringer (Reuters).

Arabia está bañando en decenas de millones a jugadores a los que todavía les quedaba mucho que dar en Europa, con la esperanza de formar una de las mejores ligas del planeta. Empezaron por contratar ases libres en sus últimos años de carrera, como Cristiano y Benzema. Pero en cuestión de semanas, ha escalado hasta pagar traspasos de más de 50 millones por futbolistas con mucha vida útil por delante. Jugadores importantes en los mejores clubes del mundo, como Brozović, Kanté, Koulibaly o Firmino, en edades muy válidas para seguir en Europa por bastantes temporadas. Lo más preocupante, es que también se está lanzando a por jóvenes promesas, lo que invita a pensar que no se trata de una moda de tres primaveras. Arabia va en serio.

Sin embargo, lo máximo que logrará es una división dicotómica entre el fútbol como pasión y el fútbol como negocio. La falsa creencia de que “el dinero lo compra todo” predomina en el proyecto de Arabia. Pero el dinero no compra aficiones como la del Borussia Dortmund, ni la pasión que se vive en Argentina. El prestigio que otorgan la Champions y sus grandes noches de fútbol. La cultura futbolística que se vive en Brasil o estadios míticos como Wembley o San Siro. Es por esto, por lo que Arabia nunca podrá alcanzar el fútbol de verdad, más allá de “sobrepagar” a grandes jugadores que ven este deporte como un mero trabajo. Y esa, no es la verdadera esencia del fútbol. La verdadera esencia del fútbol no está en venta.